lunes, 6 de marzo de 2017

Segunda parte 'Alberto' | Fragmento

El aterrizaje fue complicado. Se asomó a la ventanilla para ver de nuevo la geografía de su país y puso cara de sorpresa. Sobre el paisaje presintió que algo no andaba bien: el cielo tenía una tonalidad diferente. Las estructuras de tierra, los campos, las parcelas, las poblaciones, las montañas, los latifundios, la costa, el bosque, las carreteras, los caminos. Es más grave de lo que pensaba. Turbulencias y las sacudidas. Nada que no se solucionase agarrando el apoyabrazos y pensando: hasta aquí hemos llegado. Conocimos buenos y malos momentos. La vida nos gratificó en muchas ocasiones (más de las que nos merecemos) y nos ha recompensado con etapas difíciles, momentos duros que nos fortalecieron y nos mostraron otra perspectiva del mundo, una vez más, no tanto como debería, porque en realidad, LA VIDA no hace acto de presencia demasiadas veces y nos deja actuar a nosotros mismos con cierto albedrío. En contadas ocasiones crea una coyuntura perfecta y se manifiesta aleatoriamente. Para bien y para mal. No nos podemos quejar: es divertido.
En la puerta toda la tripulación espera de pie para despedirse especialmente de él, de Alberto. Introspectivamente. En fila. Incluidas las azafatas (en cuanto al físico muy atractivas en general), que tienen la risa floja. Adiós-adiós, belleza oriental (una de las azafatas era tailandesa). El recuerdo de tu desinhibición sexual y, sobre todo, de tu sonrisa pura y verdadera me dará fuerzas allí donde voy. Un lugar que no te gustaría. Una tierra corrompida, repugnante, donde los hombres te utilizarán y las mujeres te negarán el saludo. Un lugar demasiado impuro y sucio para ti. Dicho esto, le hace una llave de judo para tumbarla teatralmente y la agarra por la cintura como un antiguo galán de cine. Ella lo esperaba y no se lo esperaba y él, no sin cierta picardía, introduce su mano peluda entre las piernas de la joven y acaricia suavemente la cara interna y superior de los muslos. Se despide formalmente de ella con un sonoro beso en la boca. Adiós, belleza oriental. Y esto lo dice mientras aprieta su boca con la mano y hace morritos. Aunque no me creas y pienses que lo digo para embaucarte, te amo, te quiero, te deseo con toda la fuerza de mi espíritu y el poder de mi concupiscencia. En este momento exacto, este amor contemporáneo será eterno y verdadero. SIEMPRE. Te amo, puedes creerme, con la sinceridad de un niño… Sé que es tu obligación complacerme, eres azafata de vuelos, pero te diré que has sido, sin duda, la mejor de las azafatas. Te has excedido en tu complacencia (ese último masaje no era necesario), me has devuelto la vida. Estaba fuera del presupuesto y eso es amor verdadero. Créeme si te digo que deseo que los dioses venturosos hagan coincidir de nuevo tu cuerpo joven y desinhibido con mi cuerpo viejo y corrompido, pero experimentado y lascivo… entonces, y solo entonces, repetiremos lo que hemos hecho hoy… mi amor… mi amada… mi amante eterna…

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